
La sonrisa se le congeló a Carlitos. No le gustaba García, los trataba mal y los insultaba cuando las cosas no les salían, a él le decía “Negrito vení”, o “Negrito tirate al medio” y eso a Carlitos no le gustaba. Si los amigos le decían “Pechito” y en la familia era el “Carli”, ¿Porque le decía “Negrito”?
Se acostó en el catre y entre las chapas podía entrever las estrellas. Se acordaba de las noches durmiendo al aire libre, de la Nora, su hermana que los crió y les enseñó a ganarse la vida, de los años anteriores a que la Nora se juntara donde el hambre y la miseria eran un recuerdo doloroso e infinito, se acordó de Manuelito, su hermano menor que murió de meningitis por esa época. Carlitos con lágrimas en los ojos soñó con un futuro mejor.

No le creyó ni le gustó pero la Nora había hecho mucho por él y era lo que ella quería. Rubén, el marido de la Nora también estaba y sonreía tontamente. Después que Carlitos firmara, también lo hicieron ellos como tutores y el hombre exclamó con una carcajada palmeándole la espalda a Rubén, -¡Ustedes si que se sacaron la grande con este pibe!. Carlitos se acordaba lo que le había dicho Ramírez, el seis de la primera que cada tanto se acercaba a hablar con ellos, ¡cuidado con ese Rimoldi, es un pirata, exprime a los pibes como naranjas y después cuando no le sirven mas, los tira!.
Se dieron la mano y el tipo tirò doscientos pesos arriba de la mesa y se fue. Rubén los tomó y se los metió en el bolsillo. Era lo justo para Carlitos, su cuñado venía parando la olla desde hacía cuatro años.
Toma III – "La mano es así Negrito”, le dijo García, "te quieren ver en un entrenamiento en la Primera, la cosa está mal porque hace cuatro partidos que no ganan y me dijeron que quieren subir un par de pibes para calmar un poco a la gilada. Yo, si querès te recomiendo a vos, pero esto gratis no es, hablà con tu familia o con tu representante y vemos, pero te repito, gratis no es y esta es una oportunidad de oro que no se va a repetir". Carlitos sabia que se había ganado esa oportunidad en la cancha jugando mejor que todos.

En el entrenamiento los profesionales no se la podían sacar, le dieron un par de patadas pero ninguna mas fuerte que las que le pegaban en el potrero. Estaba acostumbrado a los golpes y no lo iban a amedrentar. Al terminar el entrenamiento Gordino, el técnico de Primera, se le acercó y le dijo, Pibe te vas a hablar con los dirigentes porque desde mañana entrenàs doble turno con nosotros.
Carlitos volaba de la alegría, volvió al vestuario y cuando entró sintió un intenso dolor en la espalda y cayó al piso, García, con dos tipos mas que él no conocía lo rodeaban cada uno de ellos con un palo en la mano. ¿Asì que sos vivo Negrito?, ¿así que me querès puentear?. El palo volvió a bajar y se estrelló en su rodilla, sin poder contenerse gritó de dolor. ¡Vamos a ver como es tu debut ahora pendejo!. Los golpes siguieron bajando con precisión matemática en el mismo foco.

Rubén tenía el rostro desencajado ¡sos boludo o te hacès nene!, ¡sabès la guita que sale darte de morfar!, ¡basura, desagradecido!, ¿cómo te vas a jugar un picado cuando podés jugar en primera imbècil?. Nora lo miraba con el mismo odio al principio, pero luego sus ojos fueron hacia su rodilla y volvió el sentimiento maternal a su expresión. Entre los dos, con mucha dificultar lo llevaron hasta la furgoneta de Rubén para trasladarlo al hospital.
¡Tenès la rótula pulverizada, nene!, ¿con que te pegaron?. Carlitos no respondió, su dolor espiritual era mucho mayor que su dolor físico y al igual que en el pasado, en los días duros, cuando se sentía de esa manera se encerraba en si mismo y no hablaba con nadie. Le pusieron un yeso, le dieron un calmante y lo mandaron a la casa.
Toma V – Se enteró que lo habían dejado libre por un amigo, en realidad rengo como estaba, no pudo volver a jugar, ni siquiera en el campito. Rubén le había conseguido un trabajo ayudando a los bolivianos de la verdulería. Le pagaban poco pero le dejaban llevarse a casa la fruta que se ponía fea. Por lo menos compensaba la plata que Rimoldi había prometido. Desde ese día, no hablaba con nadie, Nora insistió en comunicarse con él durante un tiempo pero después dejó de intentarlo.

Un día paró un auto frente a la verdulería y una voz conocida dijo - ¡Me da dos kilos de papas, maestro!. Carlitos se dio vuelta y lo vio a Parenti. El gordo también lo miró y el reconocimiento le hizo caer la mandíbula inferior durante un par de segundos. En esa mirada supo que el periodista sabía la verdad, pudo ver que su actitud evidenciaba complicidad y arrepentimiento.
Fue extraño su sentimiento pues, en cierta forma, pese a su desgracia y a la vida que le tocaba vivir, a Carlitos tras ese encuentro fortuito casi le alegró no haber entrado nunca en ese mundo.
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