martes, 29 de septiembre de 2009

Instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight de Alejandro Dolina

-Trabajo realizado por Manuel Mandeb por encargo de la agencia de publicidad Vivencia.


1) Busque la flecha indicadora.


2) Presione con el dedo pulgar hasta que el cartón del envase ceda.


3) Disimule. Soy un joven escritor que no tiene otra ocasión que ésta de conectarse con las muchedumbres. Usted finja que sigue abriendo este estúpido paquete y yo le diré algunas verdades.


4) Los vendedores de elixir nos convidan todos los días a olvidar las penas y mantener jubiloso el ánimo. El Pensamiento Oficial del Mundo ha decidido que una persona alegre es preferible a una triste.


5) La medicina aconseja cosmovisiones optimistas por creerlas más saludables. Al parecer, la verdad perjudica la función hepática.


6) Viene gente. Siga la línea de puntos en la dirección indicada por la flecha.


7) Escuche bien porque tenemos poco tiempo: la tristeza es la única actitud posible que los compradores de este jabón pueden adoptar ante un universo que no se les acomoda. Toda alegría no es más que un olvido momentáneo de la tragedia esencial de la vida. Puede uno reírse del cuento de los supositorios, pero éste es apenas un descanso en el camino. Uno juega, retoza y refiere historias picarescas, solamente para no recordar que ha de morirse. Ese es el sentido original de la palabra diversión: apartar, desviar, llamar la atención hacia una cosa que no es la principal.


8) Conversar acerca de estos asuntos es considerado de la peor educación. Los comerciantes se escandalizan, las personas optimistas huyen despavoridas , los maximalistas declaran que la angustia ante la muerte es un entretenimiento burgués y los escritores comprometidos gritan que la preocupación metafísica es literatura de evasión. Al respecto, mientras le recomiendo que no deje el paquete de jabón al alcance de los niños, le juro que todo lo que se escribe es de evasión, menos la metafísica: las noticias políticas, los libros de sociología, los horarios del ferrocarril, los estudios sobre las reservas de petróleo, no hacen más que apartarnos del tema central, que es la muerte.


9) Calcule 100 gr. de jabón por cada kilo de ropa sucia.


10) Cuánto más inteligente, profunda y sensible es una persona, más probabilidades tiene de cruzarse con la tristeza. Por eso, las exhortaciones a la alegría suelen proponer la interrupción del pensamiento: "es mejor no pensar...". Casi todos los aparatos y artificios que el hombre ha inventado para producir alegría suspenden toda reflexión: la pirotecnia, la música bailable, las cantinas de la Boca, el metegol, los concursos de la televisión, las kermeses.


11) Separe la ropa blanca de la ropa de color. Y entienda que la tristeza tiene más fuerza que la alegría: un hombre recibe dos noticias, una buena y una mala. Supongamos que ha acertado en la quiniela y que ha muerto su hermana. Si el hombre no es un canalla, prevalecerá la tristeza. El premio no lo consolará de la desgracia. Byron decía que el recuerdo de una dicha pasada es triste, mientras que el recuerdo de un pesar sigue siendo pesaroso.


12) No mezcle este jabón con otros productos y no haga caso de los sofistas risueños. Tarde o temprano alguien le dirá: "Si un problema tiene solución, no vale la pena preocuparse. Y si no la tiene, ¿qué se gana con la preocupación?". Confunde esta gente las arduas cuestiones de la vida con las palabras cruzadas. La soledad, la angustia, el desencuentro y la injusticia no son problemas sino tragedias, y no es que uno se preocupe sino que se desespera.


Lloraba Solón la muerte de su hijo.

Un amigo se acerca y le dice:

-¿Por qué lloras, si sabes que es inútil?

-Por eso- contestó Solón- porque sé que es inútil.


13) No está tan mal ser triste, señora. El que se entristece se humilla, se rebaja, abandona el orgullo. Quien está triste se ensimisma, piensa. La tristeza es hija y madre de la meditación. Participe del concurso "Vacaciones Sunlight" enviendo este cupón por correo.


14) Ahora que se fue el jabonero, aprovecharé para confesarle que suelo elegir a mis amigos entre la gente triste. Y no vaya a creer el ama de casa Sunlight que nuestras reuniones consisten en charlas lacrimógenas. Nada de eso: concurrimos a bailongos atorrantes, amanecemos en lugares desconocidos, cantamos canciones puercas, nos enamoramos de mujeres desvergonzadas que revolean el escote y hacemos sonar los timbres de las casas para luego darnos a la fuga. Los muchachos tristes nos reímos mucho, le aseguro. Pero eso sí: a veces, mientras corremos entre carcajadas, perseguidos por las víctimas de nuestras ingeniosas bromas, necesitamos ver un gesto sombrío y fraternal en el amigo que marcha a nuestro lado. Es el gesto noble que lo salva a uno para siempre. Es el gesto que significa "atención, muchachos, que no me he olvidado de nada".


NOTA: Las instrucciones para abrir el paquete de jabón Sunlight fueron rechazadas.

martes, 22 de septiembre de 2009

Viejos sonidos modernos

Es imposible no haber vivido los '60 sin recordar los sonidos de Creedence Clearwater Revival.

Escribir un artículo sobre un grupo que lleva casi 40 años separado, puede sonar como una nota arqueológica, o demasiado nostálgica. Sin embargo, y pese al tiempo transcurrido desde su último álbum Mardi Gras (1972) emitido y distribuido un año después que el grupo se encontrara formalmente disuelto, es imposible no escuchar en la radio, o en locales nocturnos algun tema de Creedence. Original o versionado.

Pero vayamos a lo importante. Creedence era un cuarteto conformado por los hermanos Tom Fogerty (guitarra y pianos) y John Fogerty (voz y armónica), Doug "Cosmo" Clifford (batería y percusión) y Stu Cook (bajo y teclados) originarios de California y afincados en la muy Hippie San Francisco de los '60, donde comenzaron a grabar.

Las versiones sobre el nombre, son diversas. la mas difundida es que Creedence era un amigo de John, y Clearwater era una frase publicitaria de una cerveza muy popular de la época. El Revival fue un agregado posterior, sin embargo para la posteridad, todos hablan a secas de Creedence.

Tanto las letras, como el estilo musical de Creedence, siempre fue una música de nostalgia que rememoraba tiempos mejores, sus letras siempre tenían compromiso social. No es posible encasillarlos pues hay temas que tienen claros sonidos "country"del medio oeste norteamericano ( Cotton Fields o Have you ever seen rain), otros temas como Suzie Q y Some Day Never Come, suenan como el blues sureño y la fuerza de Travelin Band o Down on the corner, tienen la dureza del rock urbano.

En su época, se dio la contradicción que gente mayor y de mediana edad muy tradicional cantaba y festejaba temas que hablaban de la vida en el Rio Missisipi (Proud Mary) al escucharlo por la radio, pero resistían el estilo desgreñado de los Fogerty y sus compañeros cuando los veian en alguna foto o por televisión.

Esta mixtura de estilos, en lugar de jugarles en contra, los empujó al estrellato. A fines de los '60 eran el grupo mas popular de Estados Unidos, y sus temas alcanzaban el tope de todos los rankings. Tuvieron una fallida presentación el el famoso recital de Woodstock y con un tema propio le pusieron la cortina al show televisivo de Rock mas popular de los '60 y los '70 el Midnight Special.

En el tope de su éxito, comenzaron las desgastantes giras por todo el territorio norteamericano, junto a las disputas internas por contratos, en especial entre los hermanos Fogerty. Al igual que muchos a grupos de la época, un mal contrato les hizo perder los derechos sobre su propios temas en favor de la discográfica. Esta situación generó una fuerte crisis en el grupo hasta que decidieron separarse.

John Fogerty siguió una prolífica carrera solista, y durante muchos años no pudo interpretar sus propios temas de Creedence. Hoy sigue de gira, y los toca para placer de muchos. Tom Fogerty, también fue solista, con menos éxito, falleció de SIDA en los '90.

Clifford y Cook, crearon en los '90 un grupo llamado "Creedence Clearwater Revisited" con el cual, junto a músicos invitados interpretaban los viejos temas de Creedence. Con el mismo llegaron un par de veces a Buenos Aires.

Cuando hablamos de "viejos temas" es en realidad un eufemismo, pues si bien la música de Creedence, suena a nostalgia, nunca suena a vieja. Siempre se descubren sonidos similares en grupos actuales. Esto, de alguna manera, ratifica la grandeza y la vigencia de este grupo.

Les dejo estos 3 videos de Youtube: Proud Mary, Down on the Corner y Travellin Band.









viernes, 18 de septiembre de 2009

El informe de Brodie de Jorge Luis Borges

En un ejemplar del primer volumen de las Mil y una noches (Londres, 1839) de Lane, que me consiguió mi querido amigo Paulino Keins, descubrimos el manuscrito que ahora traduciré al castellano. La esmerada caligrafía –arte que las máquinas de escribir nos están enseñando a perder– sugiere que fue redactado por esa misma fecha. Lane prodigó, según se sabe, las extensas notas explicativas; los márgenes abundan en adiciones, en signos de interrogación y alguna vez en correcciones, cuya letra es la misma del manuscrito. Diríase que a su lector le interesaron menos los prodigiosos cuentos de Shahrazad que los hábitos del Islam. De David Brodie, cuya firma exornada de una rúbrica figura al pie, nada he podido averiguar, salvo que fue un misionero escocés, oriundo de Aberdeen, que predicó la fe cristiana en el centro de África y luego en ciertas regiones selváticas del Brasil, tierra a la cual lo llevaría su conocimiento del portugués. Ignoro la fecha y el lugar de su muerte. El manuscrito, que yo sepa, no fue dado nunca a la imprenta.

Traduciré fielmente el informe, compuesto en un inglés incoloro, sin permitirme otras omisiones que las de algún versículo de la Biblia y la de un curioso pasaje sobre las prácticas sexuales de los Yahoos que el buen presbiteriano confió pudorosamente al latín. Falta la primera página.


"... de la región que infestan los hombres-monos (Apemen) tienen su morada los Mlch (1), que llamaré Yahoos, para que mis lectores no olviden su naturaleza bestial y porque una precisa transliteración es casi imposible, dada la ausencia de vocales en su áspero lenguaje.

Los individuos de la tribu no pasan, creo, de setecientos, incluyendo los Nr, que habitan más al sur, entre los matorrales. La cifra que he propuesto es conjetural, ya que, con excepción del rey, de la reina y de los hechiceros, los Yahoos duermen donde los encuentra la noche, sin lugar fijo. La fiebre palúdica y las incursiones continuas de los hombres-monos disminuyen su número. Sólo unos pocos tienen nombre. Para llamarse, lo hacen arrojándose fango. He visto asimismo a Yahoos que, para llamar a un amigo, se tiraban por el suelo y se revolcaban.

Físicamente no difieren de los Kroo, salvo por la frente más baja y por cierto tinte cobrizo que amengua su negrura. Se alimentan de frutos, de raíces y de reptiles; beben leche de gato y de murciélago y pescan con la mano. Se ocultan para comer o cierran los ojos; lo demás lo hacen a la vista de todos, como los filósofos cínicos. Devoran los cadáveres crudos de los hechiceros y de los reyes, para asimilar su virtud. Les eché en cara esa costumbre; se tocaron la boca y la barriga, tal vez para indicar que los muertos también son alimento o –pero esto acaso es demasiado sutil– para que yo entendiera que todo lo que comemos es, a la larga, carne humana.

“En sus guerras usan las piedras, de las que hacen acopio, y las imprecaciones mágicas. Andan desnudos; las artes del vestido y del tatuaje les son desconocidas.

“Es digno de atención el hecho de que, disponiendo de una meseta dilatada y herbosa, en la que hay manantiales de agua clara y árboles que dispensan la sombra, hayan optado por amontonarse en las ciénagas que rodean la base, como deleitándose en los rigores del sol ecuatorial y de la impureza. Las laderas son ásperas y formarían una especie de muro contra los hombres-monos. En las Tierras Altas de Escocia los clanes erigían sus castillos en la cumbre de un cerro; he alegado este uso a los hechiceros, proponiéndolo como ejemplo, pero todo fue inútil.

Me permitieron, sin embargo, armar una cabaña en la meseta, donde el aire de la noche es más fresco.

“La tribu está regida por un rey, cuyo poder es absoluto, pero sospecho que los que verdaderamente gobiernan son los cuatro hechiceros que lo asisten y que lo han elegido. Cada niño que nace está sujeto a un detenido examen; si presenta ciertos estigmas, que no me han sido revelados, es elevado a rey de los Yahoos. Acto continuo lo mutilan (he is gelded), le queman los ojos y le cortan las manos y los pies, para que el mundo no lo distraiga de la sabiduría. Vive confinado en una caverna, cuyo nombre es Alcázar (Qzr), en la que sólo pueden entrar los cuatro hechiceros y el par de esclavas que lo atienden y lo untan de estiércol.

Si hay una guerra, los hechiceros lo sacan de la caverna, lo exhiben a la tribu para estimular su coraje y lo llevan, cargado sobre los hombros, a lo más recio del combate, a guisa de bandera o de talismán. En tales casos lo común es que muera inmediatamente, bajo las piedras que le arrojan los hombres-monos.

“En otro Alcázar vive la reina, a la que no le está permitido ver a su rey. Ésta se dignó recibirme; era sonriente, joven y agraciada, hasta donde lo permite su raza. Pulseras de metal y de marfil y collares de dientes adornaban su desnudez. Me miró, me husmeó y me tocó y concluyó por ofrecérseme, a la vista de todas las azafatas. Mi hábito (my cloth) y mis hábitos me hicieron declinar ese honor, que suele conceder a los hechiceros y a los cazadores de esclavos, por lo general musulmanes, cuyas cáfilas (caravanas) cruzan el reino. Me hundió dos o tres veces un alfiler de oro en la carne; tales pinchazos son las marcas del favor real y no son pocos los Yahoos que se los infieren, para simular que fue la reina la que los hizo.

Los ornamentos que he enumerado vienen de otras regiones; los Yahoos los creen naturales, porque son incapaces de fabricar el objeto más simple. Para la tribu mi cabaña era un árbol, aunque muchos me vieron edificarla y me dieron su ayuda. Entre otras cosas, yo tenía un reloj, un casco de corcho, una brújula y una Biblia; los Yahoos las miraban y sopesaban y querían saber dónde las había recogido. Solían agarrar por la hoja mi cuchillo de monte; sin duda lo veían de otra manera. No sé hasta dónde hubieran podido ver una silla. Una casa de varias habitaciones constituiría un laberinto para ellos, pero tal vez no se perdieran, como tampoco un gato se pierde, aunque no puede imaginársela. A todos les maravillaba mi barba, que era bermeja entonces; la acariciaban largamente.

“Son insensibles al dolor y al placer, salvo al agrado que les dan la carne cruda y rancia y las cosas fétidas. La falta de imaginación los mueve a ser crueles.

“He hablado de la reina y del rey; paso ahora a los hechiceros. He escrito que son cuatro; este número es el mayor que abarca su aritmética. Cuentan con los dedos uno, dos, tres, cuatro, muchos; el infinito empieza en el pulgar. Lo mismo, me aseguran, ocurre con las tribus que merodean en las inmediaciones de Buenos-Ayres.

Pese a que el cuatro es la última cifra de que disponen, los árabes que trafican con ellos no los estafan, porque en el canje todo se divide por lotes de uno, de dos, de tres y de cuatro, que cada cual pone a su lado. Las operaciones son lentas, pero no admiten el error o el engaño. De la nación de los Yahoos, los hechiceros son realmente los únicos que han suscitado mi interés. El vulgo les atribuye el poder de cambiar en hormigas o en tortugas a quienes así lo desean; un individuo que advirtió mi incredulidad me mostró un hormiguero, como si éste fuera una prueba.

La memoria les falta a los Yahoos o casi no la tienen; hablan de los estragos causados por una invasión de leopardos, pero no saben si ellos la vieron o sus padres o si cuentan un sueño. Los hechiceros la poseen, aunque en grado mínimo; pueden recordar a la tarde hechos que ocurrieron en la mañana o aun la tarde anterior. Gozan también de la facultad de la previsión; declaran con tranquila certidumbre lo que sucederá dentro de diez o quince minutos. Indican, por ejemplo: Una mosca me rozará la nuca o No tardaremos en oír el grito de un pájaro. Centenares de veces he atestiguado este curioso don.

Mucho he cavilado sobre él. Sabemos que el pasado, el presente y el porvenir ya están, minucia por minucia, en la profética memoria de Dios, en Su eternidad; lo extraño es que los hombres puedan mirar, indefinidamente, hacia atrás pero no hacia adelante. Si recuerdo con toda nitidez aquel velero de alto bordo que vino de Noruega cuando yo contaba apenas cuatro años ¿a qué sorprenderme del hecho de que alguien sea capaz de prever lo que está a punto de ocurrir?

Filosóficamente la memoria no es menos prodigiosa que la adivinación del futuro; el día de mañana está más cerca de nosotros que la travesía del Mar Rojo por los hebreos, que, sin embargo, recordamos. A la tribu le está vedado fijar los ojos en las estrellas, privilegio reservado a los hechiceros. Cada hechicero tiene un discípulo, a quien instruye desde niño en las disciplinas secretas y que lo sucede a su muerte. Así siempre son cuatro, número de carácter mágico, ya que es el último a que alcanza la mente de los hombres. Profesan, a su modo, la doctrina del infierno y del cielo.

Ambos son subterráneos. En el infierno, que es claro y seco, morarán los enfermos, los ancianos, los maltratados, los hombres-monos, los árabes y los leopardos; en el cielo, que se figuran pantanoso y oscuro, el rey, la reina, los hechiceros, los que en la tierra han sido felices, duros y sanguinarios. Veneran asimismo a un dios, cuyo nombre es Estiércol, y que posiblemente han ideado a imagen y semejanza del rey; es un ser mutilado, ciego, raquítico y de ilimitado poder. Suele asumir la forma de una hormiga o de una culebra.

“A nadie le asombrará, después de lo dicho, que durante el espacio de mi estadía no lograra la conversión de un solo Yahoo. La frase Padre nuestro los perturbaba, ya que carecen del concepto de la paternidad. No comprenden que un acto ejecutado hace nueve meses pueda guardar alguna relación con el nacimiento de un niño; no admiten una causa tan lejana y tan inverosímil. Por lo demás, todas las mujeres conocen el comercio carnal y no todas son madres.

“El idioma es complejo. No se asemeja a ningún otro de los que yo tenga noticia. No podemos hablar de partes de la oración, ya que no hay oraciones. Cada palabra monosílaba corresponde a una idea general, que se define por el contexto o por los visajes. La palabra nrz, por ejemplo, sugiere la dispersión o las manchas; puede significar el cielo estrellado, un leopardo, una bandada de aves, la viruela, lo salpicado, el acto de desparramar o la fuga que sigue a la derrota. Hrl, en cambio, indica lo apretado o lo denso; puede significar la tribu, un tronco, una piedra, un montón de piedras, el hecho de apilarlas, el congreso de los cuatro hechiceros, la unión carnal y un bosque. Pronunciada de otra manera o con otros visajes, cada palabra puede tener un sentido contrario. No nos maravillemos con exceso; en nuestra lengua, el verbo to cleave vale por hendir y adherir. Por supuesto, no hay oraciones, ni siquiera frases truncas.

“La virtud intelectual de abstraer que semejante idioma postula, me sugiere que los Yahoos, pese a su barbarie, no son una nación primitiva sino degenerada. Confirman esta conjetura las inscripciones que he descubierto en la cumbre de la meseta y cuyos caracteres, que se asemejan a las runas que nuestros mayores grababan, ya no se dejan descifrar por la tribu. Es como si ésta hubiera olvidado el lenguaje escrito y sólo le quedara el oral.

“Las diversiones de la gente son las riñas de gatos adiestrados y las ejecuciones. Alguien es acusado de atentar contra el pudor de la reina o de haber comido a la vista de otro; no hay declaración de testigos ni confesión y el rey dicta su fallo condenatorio. El sentenciado sufre tormentos que trato de no recordar y después lo lapidan. La reina tiene el derecho de arrojar la primera piedra y la última, que suele ser inútil. El gentío pondera su destreza y la hermosura de sus partes y la aclama con frenesí, arrojándole rosas y cosas fétidas. La reina, sin una palabra, sonríe.

“Otra costumbre de la tribu son los poetas. A un hombre se le ocurre ordenar seis o siete palabras, por lo general enigmáticas. No puede contenerse y las dice a gritos, de pie, en el centro de un círculo que forman, tendidos en la tierra, los hechiceros y la plebe. Si el poema no excita, no pasa nada; si las palabras del poeta los sobrecogen, todos se apartan de él, en silencio, bajo el mandato de un horror sagrado (under a holy dread). Sienten que lo ha tocado el espíritu; nadie hablará con él ni lo mirará, ni siquiera su madre. Ya no es un hombre sino un dios y cualquiera puede matarlo. El poeta, si puede, busca refugio en los arenales del Norte.

“He referido ya cómo arribé a la tierra de los Yahoos. El lector recordará que me cercaron, que tiré al aire un tiro de fusil y que tomaron la descarga por una suerte de trueno mágico. Para alimentar ese error, procuré andar siempre sin armas. Una mañana de primavera, al rayar el día, nos invadieron bruscamente los hombres-monos; bajé corriendo de la cumbre, arma en mano, y maté a dos de esos animales. Los demás huyeron, atónitos. Las balas, ya se sabe, son invisibles. Por primera vez en mi vida, oí que me aclamaban. Fue entonces, creo, que la reina me recibió.

La memoria de los Yahoos es precaria; esa misma tarde me fui. Mis aventuras en la selva no importan. Di al fin con una población de hombres negros, que sabían arar, sembrar y rezar y con los que me entendí en portugués. Un misionero romanista, el padre Fernandes, me hospedó en su cabaña y me cuidó hasta que pude reanudar mi penoso viaje. Al principio me causaba algún asco verlo abrir la boca sin disimulo y echar adentro piezas de comida. Yo me tapaba con la mano o desviaba los ojos; a los pocos días me acostumbré. Recuerdo con agrado nuestros debates en materia teológica. No logré que volviera a la genuina fe de Jesús.

“Escribo ahora en Glasgow. He referido mi estadía entre los Yahoos, pero no su horror esencial, que nunca me deja del todo y que me visita en los sueños. En la calle creo que me cercan aún. Los Yahoos, bien lo sé, son un pueblo bárbaro, quizá el más bárbaro del orbe, pero sería una injusticia olvidar ciertos rasgos que los redimen. Tienen instituciones, gozan de un rey, manejan un lenguaje basado en conceptos genéricos, creen, como los hebreos y los griegos, en la raíz divina de la poesía y adivinan que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo. Afirman la verdad de los castigos y de las recompensas. Representan, en suma, la cultura, como la representamos nosotros, pese a nuestros muchos pecados. No me arrepiento de haber combatido en sus filas, contra los hombres-monos. Tenemos el deber de salvarlos. Espero que el Gobierno de Su Majestad no desoiga lo que se atreve a sugerir este informe."

(1) Doy a la ch el valor que tiene en la palabra loch. (Nota del autor)

jueves, 10 de septiembre de 2009

A la deriva de Horacio Quiroga

El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.

El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.

El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.

El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.

Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.

-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña1!

Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.

-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!

-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.

-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!

La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.

-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.

Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.

Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.

El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.

La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.

La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.

-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.

-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.

El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.

El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.

El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.

El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.

¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.

Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.

De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.

¿Qué sería? Y la respiración...

Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...

El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.

-Un jueves...

Y cesó de respirar.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Hasta Siempre señor árbitro! de Fontanarrosa

Los 73.000 espectadores que concurrieron el 15 de enero de 1988 al Duisburg Stadium de Oberhausen no pudieron dejar de apreciar que entre los protagonistas del espectáculo había significativas ausencias.

Y no se trataba, por cierto, de que el Ruhr 214 no alistara entre sus filas a Hans “Caperucita” Gfrörer, o bien que entre los fervorosos “barqueros” del Postfach no estuviese Fritz, “El talabartero” Kiepenheuer. Lisa y llanamente, lo que brillaba por su ausencia aquella tarde en el Duisburg Stadium era el terceto arbitral. De cualquier forma, no era una sorpresa para el público, dado que, la “Effektivaterien Ballönem Helveticen” había anunciado el match como una prueba piloto de un nuevo sistema de “referato a distancia”.

Efectivamente, a escasos cien metros del coqueto estadio de Oberhausen, los concurrentes podían advertir una misteriosa construcción de cemento, de forma tubular, que alcanzaba la respetable altura de 75 metros. Esta torre no presentaba ventana alguna, y más podía confundirse con un monumento moderno, o con alguna reminiscencia emblemática de la majestuosidad nazi que con lo que verdaderamente era: la central computarizada de control desde donde se dirigiría el encuentro. Los curiosos asistentes al match tampoco podían adivinar que, bajo sus pies, una intrincada maraña de cables, sensores electrónicos, filamentos inalámbricos y terminales computadorizadas, unían el estadio propiamente dicho con la torre de referato.

Dentro de la torre, a una altura de 50 metros sobre el nivel del piso, se encuentra la nave central, a la cual se accede mediante el servicio de tres elevadores, uno para el árbitro y los restantes para ambos jueces de línea. Quien entra allí, a ese vasto recinto privado de luz natural y arrullado por el permanente murmullo de los acondicionadores de aire, podrá pensar que se halla en alguna de las centrales de control de vuelo de la NASA, o bien que ha caído en el vientre mismo del Nautilus, el legendario sumergible del capitán Nemo.

Cientoveintisiete pantallas de televisión, prolijamente alineadas, emiten su mensaje, desde las paredes levemente curvadas del salón. En frente de ellas, en medio de ellas, tres hombres, tres profesionales en el difícil arte del referato futbolístico, recepcionan hasta el más mínimo detalle de cuanto ocurre sobre el campo de juego. Allí, alejados de la gritería ensordecedora de la trubamulta, ajenos a la indudable presión que configura el hostigamiento de los partidarios, los colegiados pueden dirigir, asépticamente, el encuentro.

El sistema, costoso hasta el momento, simplifica notablemente la tarea del árbitro y ha reducido en forma sensible los disturbios en los campos de juego. El juez, fría su mente, gozando del privilegio de beber su marca de cerveza preferida en tanto vigila a los 22 jugadores, cuenta, entonces, con la inestimable ayuda de mil ojos electrónicos que complementan los suyos. En cuanto detecta una infracción, oprime un botón y un silbato estridente se escucha a unos cien metros más allá, en todo el estadio. Si la jugada no ha sido clara o si la infracción es dudosa, el colegiado cuenta con otro valioso recurso para calmar y convencer, en forma palmaria, al bando que se considera perjudicado: con otro simple botón desplegará sobre las dos inmensas pantallas electrónicas colocadas en ambas cabeceras del estadio, la escena repetida, con detención de imagen y ampliación de los ángulos necesarios para refrendar con sólidas razones la penalidad adoptada.

Cualquiera podría suponer que esa maniobra requeriría dos o tres minutos en concretarse, con el consiguiente retraso y ruptura del ritmo del partido. Pero no es así, ya que la memoria computarizada seleccionará entre los centenares de enfoques de la misma acción, las cuatro o cinco que considere más gráficas y contundentes, brindando al juez, en una fracción de segundo, la posibilidad de poner frente al público las que juzgue más válidas. Todo esto, sin que la máxima autoridad del match sufra el reproche de los jugadores ni sus estentóreos reclamos.

Más simple aun, para el nuevo sistema de referato, es eliminar cuanta duda pueda presentarse respecto de balones fuera de juego, balones ingresados o no tras la línea de la portería, o bien, incluso, ante la siempre controvertida “Ley del Offside”. Un sistema televisivo tipo “Fotochart” turfístico, elimina cualquier clase de duda, ya que el ojo eléctrico que patrulla la línea del último defensor captará, precisaráy denunciará a quien reciba el balón en posición prohibida. En los casos de un discutido hand, por ejemplo, donde ni siquiera la visión televisiva puede dictaminar en un ciento por ciento el contacto del balón con la mano del defensor, también la insospechable computación vendrá en auxilio del señor árbitro, puesto que las pantallas mostrarán la acción, agregando un luminoso pespunte verde Nilo de coordenadas y flechas indicatorias que avalan la posibilidad o la imposibilidad, de que dicho contacto haya tenido lugar.

De cualquier manera, el revolucionario sistema, llamado provisoriamente A.U.P. (Arbipeissal Und Perspektiven) admite también el encanto de la controversia. Nadie puede negar el importante condimento que significa para el partidario del fútbol la discusión en la oficina, durante toda la semana, sobre si tal o cual fallo estuvo acertadamente tomado. Y no puede, tampoco, quitársele al aficionado común la posibilidad de exorcizar sus frustraciones y respresiones domésticas, denostando la figura del colegiado. Así ha sido siempre y lo seguirá siendo, aunque en menor medida con el nuevo sistema, que también deja, sabiamente, resquicios para la discusión.

En algunos casos, muy puntuales, el poder de decisión quedará en manos del clásico y consabido criterio personal del árbitro. Allí, como siempre la falibilidad humana seguirá alimentando el intercambio de opiniones. Se dará, por ejemplo, con la inefable “Ley de la ventaja”. No habrá computadora, entonces, que ayude a dictaminar a su referí si tal o cual jugador cometió una infracción adrede o sin quererlo, como tampoco contará el árbitro con ayuda tecnológica para decidir si el delantero que se proyectaba solo hacia el gol ha de caer definitivamente o podrá continuar con su carrera, luego del golpe que intentara derribarlo.

La misma incógnita deberá enfrentar el colegiado cuando deba determinar, sin respaldo científico alguno, cuándo una “mano” dentro del área, es intencional o casual, ya que no hay todavía, por fortuna, computadora alguna que esté conectada con el cerebro mismo de los futbolistas. Se podrán repetir, entonces, protestas o abucheos del público, pero ya nunca de la magnitud de la ocurrida en torno al acordado árbitro internacional belga, Henri Degrelle (+).

Justamente en virtud de este suceso, la FIFA aceleró los estudios y puesta en práctica del sistema A.U.P. De todos modos, ese grado de controversia, ese resquicio de humana posibilidad de error ha sido minuciosamente estudiado por los sicólogos que trabajaron en el proyecto para no revestir al más popular de los deportes de un halo tecnocrático que le reste espontaneísmo y creatividad. Así será, entonces, que los seguidores partidarios de los conjuntos podrán continuar exteriorizando sus quejas como siempre, como en todas las épocas, a pesar de que, también en ese orden, se han detectado indicios inquietantes.

En efecto, desde el 17 de junio último, un adelanto significativo se puso de manifiesto en el campo de la protesta partidaria, en ocasión de llevarse a cabo el clásico encuentro entre el Benelux-Gotha de Mons y el Astipalaia, de Grecia. Tras un discutido fallo del colegiado sueco Gustavo Skelleftea, un proyectil misilístico del tipo M-L7, versión soviética de segunda generación, impactó y redujo a polvo la torre de control de referato. Se piensa que el proyectil fue accionado por un fanático del Astipalaia, mediante un propulsor personal, desde atrás del arco norte del estadio, distante casi unos 250 metros de la sólida construcción tubular, aún hoy hecha escombros. “Ellos también han progresado mucho”, sólo atinó a decir, Gerd Walde titular del Consejo Arbitral Germano y propulsor del sistema A.U.P., a título de conformista comentario.

(+) Referencia a los disturbios ocurridos en el match del 23 de marzo de 1978, en oportunidad de enfrentarse el Maat-Riebe vs. el EDV-14/N y que finalizaron con la quema total de la bella ciudad de Nachdruck.

martes, 1 de septiembre de 2009

Publiciad ingeniosa

Me encanta la publicidad ingeniosa. Aquella que apela al chiste directo, pero con altura. Hay muchos ejemplos, pero de los recientes este es el que mas me ha gustado: Uno de Mastercard:

sábado, 22 de agosto de 2009

Melancolia de Mujeres Analógicas de Hernan Casciari

Me encuentro con un viejo compañero de la primaria que no veía desde los años ochenta, y del que tuve noticias a través de una red social. Nos citamos en un bar del centro, nos palmeamos con cariño falso, pedimos unas cervezas. Le digo: “Qué increíble, para lo que acaba sirviendo Facebook”. Se ríe fuerte, como si le estuviera tomando el pelo: “Si Facebook sirviera solamente para encontrarme con vos, gordo boludo —me dice—, yo no tendría banda ancha en casa. A mí Facebook me cambió la vida, pero de verdad”.

—¿Para tanto? —le pregunto.

—Mirá para afuera —me explica—. Imaginate que todas las mujeres que están pasando ahora por la calle tuvieran un cartel en el culo que dijera ‘estoy en una relación complicada’, o ‘soy soltera’, o ‘solamente busco amistad’, o incluso ‘me interesan los hombres y también las mujeres’…

Hago lo que dice mi amigo: miro por la ventana del bar hacia la calle y veo la primavera de Barcelona en su esplendor: holandesas, suecas, nativas, maduras y jovencitas, diferentes colores y tamaños; hay de todo en la viña del Señor.

Mi amigo me aprieta el brazo y me dice:

—Imaginate que aquella que está por cruzar la Diagonal tuviese un cartel que dijera: ‘Hace doce días que estoy deprimida’. Tener esa data de primera mano, Hernán, hacer cálculos mentales y abordarlas a todas.

—Te estás excitando, calmate —le digo a mi amigo.

Pero él sigue con su verborrea:

—¿Cuánto hubiéramos simplificado el enfoque de la seducción, hace diez, hace quince años, de haber tenido esos guiños entre las conocidas del colegio, de la universidad, de las compañeras de trabajo, de las ex novias?

Me lo imagino; mi amigo tiene mucha razón.

—La mujer analógica, la del siglo pasado, esperaba que vos te dieras cuenta de ciertas cosas. ¿Te acordás las preguntas que uno se hacía antes? ¿Tendrá novio Estelita? ¿Qué música le gustará? ¿Será buen momento para abordarla? —rememora mi amigo— Ahora la mujer digital te lo indica en el perfil del Facebook. Cualquier conocida de la oficina, cualquier amiga de una amiga, te avisa si se peleó con el novio, te explica si le gusta Neruda o si le gusta Bucay, te pone fotos de las vacaciones en Ibiza, para que la veas medio en bolas…

Cierra los ojos y sonríe. Continúa:

—¿Cuánto tardábamos, en los ochenta, para ver en bikini a la chica que nos gustaba? ¡Había que esperar al Día de la Primavera, que alguna se emborrachaba en el parque, o a que te invitaran a una pileta en verano! No, Gordo, la vida mejoró mucho…

—Bueno, pero supongo que tampoco será tan fácil.

—Hay desventajas, claro —matiza—. Te podés ensartar, como toda la vida. Te podés despertar con un bicho a la mañana siguiente… Pero en Facebook hay escaramuzas, hay trucos que te proporciona la experiencia.

—¿Por ejemplo?

—Alejate de las mujeres que ponen la fecha de nacimiento sin indicar el año: a ésas ya se les cayeron las tetas. Escapá de las que cuelgan muchas fotos de sus mascotas: son depresivas. Ni se te ocurra encarar a las que te parecen lindas pero tienen todas las fotos en contrapicado: son gordas con complejo de papada. Si dicen estar “en una relación difícil” y tienen más de treinta fotos besando al mismo tipo, en diferentes épocas, borrate: después de coger, lloran.

—Impresionante —le digo con sinceridad.

—Hay que estar atento a las que, en la imagen del perfil, ponen una foto sacada por ellas mismas en el baño. A ésas, les decís cuatro piropos en el Muro y las tenés comiendo alpiste. Atento a las que ponen fotos viajando por el mundo con una amiga, siempre la misma amiga: son fiesteras. Pero ojo —matiza mi amigo—: tiene que ser fotos por el mundo; si viajan por su propio país, son histéricas. A las que ponen una imagen de ellas cuando eran chiquitas, en color sepia, les gusta el sexo duro. Las que dejan vacío el ítem sobre intereses musicales, prefieren pagar el hotel a medias.

Mi antiguo amigo de la primaria me atiborró de consejos, pero sólo me acuerdo de estos pocos para compartir hoy con ustedes. Habló durante más de una hora, sin parar. Y después dijo que debía irse a una cita con una mujer que había conocido en la estación Verdaguer.

—Me tiemblan las manos —me confesó antes de salir del bar—. Esta mujer que conocí en el metro me dice que no tiene Internet. No sé nada de ella, nunca vi fotos, no sé de qué carajo le voy a hablar.

—¿Y para qué vas, entonces?

—Es que últimamente me calientan mucho las mujeres analógicas. Tienen olor a infancia.

domingo, 16 de agosto de 2009

El Maestro - De Caño Celeste

Toma I - ¡Con tres goles en la cuarta división Carlitos Santos volvió a ser figura en nuestras divisiones inferiores!. La voz del periodista Parenti, quien seguía la campaña del club, sonaba a mieles para los oídos del pibe. Con la pequeña radio pegada al oído sonreía y paladeaba cada frase que escuchaba. ¡El tercero fue un verdadero golazo, dejo a dos rivales por el camino y le hizo un perfecto sombrero al arquero dejándolo parado y sin asunto!, ¡otro producto de la cantera de nuestro club!, ¡otro producto del gran Pepe García!.

La sonrisa se le congeló a Carlitos. No le gustaba García, los trataba mal y los insultaba cuando las cosas no les salían, a él le decía “Negrito vení”, o “Negrito tirate al medio” y eso a Carlitos no le gustaba. Si los amigos le decían “Pechito” y en la familia era el “Carli”, ¿Porque le decía “Negrito”?

Se acostó en el catre y entre las chapas podía entrever las estrellas. Se acordaba de las noches durmiendo al aire libre, de la Nora, su hermana que los crió y les enseñó a ganarse la vida, de los años anteriores a que la Nora se juntara donde el hambre y la miseria eran un recuerdo doloroso e infinito, se acordó de Manuelito, su hermano menor que murió de meningitis por esa época. Carlitos con lágrimas en los ojos soñó con un futuro mejor.

Toma II – Este señor te va a ayudar Carli, dijo la Nora. Es conocido de un amigo de Rubén y te va a pagar el gimnasio, además nos va a dar cien pesos por mes para que comas mejor. Tenes que firmar. A Carlitos no le gustaba el hombre, no lo miraba a los ojos y cuando le hablaba tenía sonrisa de víbora. – "Es por tu bien pibe, tengo a jugadores y a técnicos de Primera y si invierto en vos es porque tenès un futuro bárbaro, conmigo te vas a llenar de guita".

No le creyó ni le gustó pero la Nora había hecho mucho por él y era lo que ella quería. Rubén, el marido de la Nora también estaba y sonreía tontamente. Después que Carlitos firmara, también lo hicieron ellos como tutores y el hombre exclamó con una carcajada palmeándole la espalda a Rubén, -¡Ustedes si que se sacaron la grande con este pibe!. Carlitos se acordaba lo que le había dicho Ramírez, el seis de la primera que cada tanto se acercaba a hablar con ellos, ¡cuidado con ese Rimoldi, es un pirata, exprime a los pibes como naranjas y después cuando no le sirven mas, los tira!.
Se dieron la mano y el tipo tirò doscientos pesos arriba de la mesa y se fue. Rubén los tomó y se los metió en el bolsillo. Era lo justo para Carlitos, su cuñado venía parando la olla desde hacía cuatro años.

Toma III – "La mano es así Negrito”, le dijo García, "te quieren ver en un entrenamiento en la Primera, la cosa está mal porque hace cuatro partidos que no ganan y me dijeron que quieren subir un par de pibes para calmar un poco a la gilada. Yo, si querès te recomiendo a vos, pero esto gratis no es, hablà con tu familia o con tu representante y vemos, pero te repito, gratis no es y esta es una oportunidad de oro que no se va a repetir". Carlitos sabia que se había ganado esa oportunidad en la cancha jugando mejor que todos.

Al costado de ella estaba la obesa figura de Parenti, el periodista. ¡Que hacès fiera! le dijo con la familiaridad de alguien que lo conocía desde hacía muchos años, y con quien en realidad solo habían hablado dos veces. – ¡El Maestro García me contó que te vas para la Primera, genio!. Carlitos, con mucho candor le contó su charla con Garcìa. Parenti, se puso serio y le dijo, - Mirá nene, García es una institución en el club, dale bola y te vas para arriba como pedo de buzo, no seas gil. Lo miró y se dio cuenta que para el periodista la situación era normal y lógica , pero a èl le daba asco y se fue a hablar con Ramírez. – Dejà Santos, yo lo hablo con el técnico de la Primera le dijo el Profesional.

En el entrenamiento los profesionales no se la podían sacar, le dieron un par de patadas pero ninguna mas fuerte que las que le pegaban en el potrero. Estaba acostumbrado a los golpes y no lo iban a amedrentar. Al terminar el entrenamiento Gordino, el técnico de Primera, se le acercó y le dijo, Pibe te vas a hablar con los dirigentes porque desde mañana entrenàs doble turno con nosotros.

Carlitos volaba de la alegría, volvió al vestuario y cuando entró sintió un intenso dolor en la espalda y cayó al piso, García, con dos tipos mas que él no conocía lo rodeaban cada uno de ellos con un palo en la mano. ¿Asì que sos vivo Negrito?, ¿así que me querès puentear?. El palo volvió a bajar y se estrelló en su rodilla, sin poder contenerse gritó de dolor. ¡Vamos a ver como es tu debut ahora pendejo!. Los golpes siguieron bajando con precisión matemática en el mismo foco.

Toma IV - ¡Estamos en línea con el gran “Pepe” Garcìa!, dijo la voz de Parenti en la radio, -¿Cómo está Maestro?, ¡que Lástima lo de Santos!, iba a jugar en Primera y justo se lesiona, ¿cómo fue?-. – Y Ud. sabe como son estos chicos, uno trata de educarlos pero a veces son medio cabeza fresca, seguro que se prendió en algún picado en el barrio y lo golpearon. Hay chicos que tienen muchas condiciones pero quedan en el camino por estas tonterías, de todas maneras Prudenti y Cometti van a debutar y ellos, son dos grandes jugadores que le van a dar muchas satisfacciones al club. Carlitos escuchaba con el estomago revuelto y un dolor intenso en la rodilla, apenas podía apoyar la pierna, se le había hinchado y amoratado pero no se había animado a decirle a nadie. – siguió hablando Parenti, - Es como dice Ud. Maestro, esto es una pirámide que solo escalan aquellos que saben aprovechar las oportunidades.

Rubén tenía el rostro desencajado ¡sos boludo o te hacès nene!, ¡sabès la guita que sale darte de morfar!, ¡basura, desagradecido!, ¿cómo te vas a jugar un picado cuando podés jugar en primera imbècil?. Nora lo miraba con el mismo odio al principio, pero luego sus ojos fueron hacia su rodilla y volvió el sentimiento maternal a su expresión. Entre los dos, con mucha dificultar lo llevaron hasta la furgoneta de Rubén para trasladarlo al hospital.
¡Tenès la rótula pulverizada, nene!, ¿con que te pegaron?. Carlitos no respondió, su dolor espiritual era mucho mayor que su dolor físico y al igual que en el pasado, en los días duros, cuando se sentía de esa manera se encerraba en si mismo y no hablaba con nadie. Le pusieron un yeso, le dieron un calmante y lo mandaron a la casa.

Toma V – Se enteró que lo habían dejado libre por un amigo, en realidad rengo como estaba, no pudo volver a jugar, ni siquiera en el campito. Rubén le había conseguido un trabajo ayudando a los bolivianos de la verdulería. Le pagaban poco pero le dejaban llevarse a casa la fruta que se ponía fea. Por lo menos compensaba la plata que Rimoldi había prometido. Desde ese día, no hablaba con nadie, Nora insistió en comunicarse con él durante un tiempo pero después dejó de intentarlo.

Un día paró un auto frente a la verdulería y una voz conocida dijo - ¡Me da dos kilos de papas, maestro!. Carlitos se dio vuelta y lo vio a Parenti. El gordo también lo miró y el reconocimiento le hizo caer la mandíbula inferior durante un par de segundos. En esa mirada supo que el periodista sabía la verdad, pudo ver que su actitud evidenciaba complicidad y arrepentimiento.
Fue extraño su sentimiento pues, en cierta forma, pese a su desgracia y a la vida que le tocaba vivir, a Carlitos tras ese encuentro fortuito casi le alegró no haber entrado nunca en ese mundo.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Vindicación del Cholulismo de Alejandro Dolina

Hubo una época en que a la gente le costaba distinguir entre la vida y obra de sus ídolos. Cruzarse con el astro favorito era más importante que el casamiento de un hijo. Después, el romanticismo comenzó a morir. Y mientras los investigadores deciden si fue por causas naturales o por asesinato, el autor de las siguientes líneas inicia el rescate de los cholulos.

Para jugar, para gozar del arte o para asombrarse ante lo mágico, siempre es indispensable condescender a una amable seriedad. Los chicos disfrutan intensamente sus diversiones, precisamente porque se las toman en serio. Por el contrario, el escepticismo, el cinismo y la morbosidad analítica pueden dejarnos fuera de muchos deliciosos entretenimientos. Ninguna obra artística podría interesarnos si no aceptáramos de antemano creer en lo que se nos cuenta, aunque sepamos que es falso. Pensemos en el teatro: si uno razona que el hijo moribundo, la madre desesperada y el traidor asesino no son más que individuos fingiendo, difícilmente pueda encontrar emoción alguna.

El conocido racionalista de Flores, Aquiles Fabregat, que no comprendía estas cosas, solía asistir al cine Fénix de la avenida Rivadavia. En lo mejor de la película, cuando las viejas lloraban por las desventuras de Arturo de Córdova, Fabregat explicaba en voz alta que todo era ilusión óptica y que el drama que el público creía ver no era otra cosa que una serie de fotografías proyectadas por una lente. Después, trataba de impartir elementales nociones acerca del funcionamiento de la retina, aspecto que -por lo general- desarrollaba mientras lo echaban a patadas. Quiero decir con todo esto que para vivir ciertas experiencias se necesita un poco de ingenuidad. No es que uno postule el pajueranismo intelectual de los abribocas que se desmayan ante las puertas giratorias. Pero es evidente que la perpetua demostración de perspicacia acaba por confinarnos en un mundo insípidamente real.

Así, en los últimos años han desaparecido entrañables costumbres populares, solamente porque las personas se sienten demasiados astutas para ejercerlas. Ya no se dan serenatas. Nadie se disfraza. Nadie escribe con el dedo en los vidrios empañados. No se juega a la escondida. Nadie se asusta con las películas de terror. En medio de este engrupimiento general, no es de extrañar que haya disminuido la cándida admiración que antes despertaban los artistas, los deportistas y las figuras famosas. Cholula era un personaje de historieta, no demasiado popular, cuya característica era la demasiada atracción por las estrellas de cine. Con el tiempo, los periodistas empezaron a llamar cholulos a todos aquellos que manifestaban tendencia a deslumbrarse ante la fama. A mí me parece que el remoquete encierra mucho desprecio.

Y denuncio que su uso se extendió cuando ya los cholulos estaban en minoría. Antes de eso, cuando todavía existía esta desagradable palabra, el cholulismo conoció su momento de auge. Los artistas no eran entonces personas de carne y hueso, como se nos miente ahora. Tenían categoría de semidioses. Los actores no podían salir a la calle sin producir un batifondo. Alberto Castillo y Jorge Vidal obligaban a cortar el transito. Las señoras comentaban los romances de Zully Moreno o Laura Hidalgo como si fueran asuntos de interés nacional. Cuando Isabel Sarli asistía a los estrenos, sus fanáticos se esmeraban para terminar de desnudarla. Haberse cruzado alguna vez con Miguel de Molina era un episodio más conmovedor que el casamiento de un hijo.

Cierto es que algunos astros lamentaban la intimidad perdida. Al parecer, les resultaba imposible ejercitar cualquier actividad -aun las más personales- sin ser ovacionados por la multitud. A veces la gente no alcanzaba a distinguir los límites entre la vida y la obra artística de sus ídolos, cosa que -de paso- constituye el ideal del romanticismo.

Cuando las compañías radiales de Héctor Bates salían de gira por los cines, los actores que hacían los papeles de malvados debían soportar los insultos y los coscorrones de un publico ingenuo y justiciero. Tanta arrebatadas expresiones no siempre fueron hijas del caos y el amontonamiento. Algunos fanáticos ordenados procuraban encauzar el entrevero y darle forma institucional. Así nacieron los clubes de admiradores.

Las tareas cotidianas de estas instituciones son para el que escribe un absoluto misterio. Sin embargo, puede adivinarse que repartían fotografías, que mantenían correspondencia con las revistas y hasta es posible que existieran comisiones destinadas a conseguir prendas y recuerdos de la figura amada. Cabe imaginar la instalación de vitrinas para exhibir corbatas, botones, medias, camisas, zapatos, guantes, mechones y calzoncillos de origen estelar. No todos los clubes habrán sido iguales. Pedrito Rico o Palito Ortega deben haber inspirado entidades poderosísimas. Humildes serían las instituciones para exaltar a Lalo Fransen o a Adolfo Pérez "Pocholo".

Organizarse en grupos para admirar es -nadie lo dude- propio de espíritus nobles y desinteresados. Así lo entendió el polígrafo y pensador de la calle Artigas, Manuel Mandeb. el hombre, cautivado por la generosidad de estas iniciativas, resolvió -como siempre- ir un poco más lejos. Así surgió el Club de Admiradores. Como su seco nombre lo señala, la entidad no propugnaba ninguna admiración particular, sino una actitud admirativa general y filosófica. Noche a noche, los socios se reunían para maravillarse ante cantores, guardavallas, sastres, héroes, santos y bandoleros. Se admiraba la claridad de una luna, el color del último vagón de los trenes de carga, las carambolas de Ezequiel Navarra, el olor de las panaderías y el diseño mágico del siete de oros. El club de Mandeb desapareció por sus propósitos demasiado amplios y por la falta de pago del alquiler de sus oficinas.

Los Refutadores de Leyendas, que odiaron siempre a los cholulos, eran más proclives al rechazo que a la exaltación. Con toda insidia promovieron la fundación de clubes rechazantes, que muy pronto prosperaron en la ciudad. El Club de Rechazantes de Antonio Prieto, sin ir más lejos, organizaba reuniones en las que se proferían toda clase de denuestos contra el cantor chileno. Muchas veces los socios asistían a los recitales para silbar o sencillamente para no aplaudir. Los Refutadores siempre han creído que el rechazo es señal de inteligencia. Hoy en día se tropieza a cada paso con personas que se reputan lumbreras en virtud de su disgusto por Héctor Larrea. Y, en rigor de verdad, hay profesionales y pensadores que fundamentan su carrera en el sistemático rechazo a cualquier cosa.

Pero volvamos a los buenos cholulos. Un deporte que practicaron con tenacidad fue la caza de autógrafos. Esta disciplina encuentra soporte en el error de confundir a las personas con su firma. Como quiera que sea, los cazadores de autógrafos existieron y existen en todo el mundo. A principios de siglo la firma de Bernard Shaw se cotizaba en 50 libras. Se cuenta que Shaw liquidaba sus deudas entregando cheques por sumas inferiores a esa cantidad. De este modo, nadie se presentaba a cobrar al banco: era más negocio vender los cheques como autógrafos.

En nuestros días asistimos a un nuevo cholulismo: El de los intelectuales y el de los funcionarios. Por supuesto que esta gente no persigue a los cantantes de boleros. Mas bien se amontona en torno a los escritores y políticos, particularmente si son extranjeros. Lejos de criticarlos, me atrevo a saludarlos. Junto a las pelandrunas que siguen a Menudo, son los últimos admiradores ingenuos que nos van quedando.

Pese a estas expresiones tardías, presiento que el cholulismo es una causa perdida. Mala señal es avergonzarse de los sentimientos. Mala señal es apostar al aburrimiento de los sabelotodos. Mala señal es el temor al ridículo. Porque quien teme al ridículo está perdido para toda acción heroica.

sábado, 8 de agosto de 2009

Frases para Pensar

Hay algo más importante que la lógica: la imaginación.
Alfred Hitchcock

Las guerras continuarán existiendo mientras el color de la piel sea más importante que el de los ojos.
Bob Marley

Los hombres son fantasiosos siempre quieren lo que está prohibido:la libertad, por ejemplo.
Carlos Cañas

Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese lugar es mañana.
Eduardo Galeano

Inteligencia militar son dos términos contradictorios.
Groucho Marx

El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo.
Roberto Arlt

Vivimos en un mundo terrible. Una mitad del planeta muere de hambre y la otra de colesterol.
Jesús Quintero

El cerebro es mi segundo organo favorito.
Woody Allen

Vos todavía no aprendiste lo que yo ya me olvidé.
Miguel Najdorf

Dejar de fumar es fácil. Yo ya dejé como 100 veces.
Mark Twain

Los del gallinero pueden aplaudir, los de los palcos basta con que hagan sonar sus joyas.
John Lennon

En ciertos oasis el desierto es sólo un espejismo.
Mario Benedetti

Si no hubiera malas gentes no habría buenos abogados.
Charles Dickens

Me gustan los hombres con futuro y las mujeres con pasado.
Oscar Wilde

Hay hombres que luchan un dia y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht

De cerca, nadie es normal.
Caetano Veloso

Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.
Eduardo Galeano

La mejor manera de librarme de la tentación es caer en ella.
Oscar Wilde

El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.
Woody Allen

La esclavitud no se abolió, se cambió a 9 hs diarias
Les Luthiers

No conoces a tu pareja hasta que no la enfrentas en un juicio por alimentos.
Norman Mailer

No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió.
Joaquín Sabina

"Los que escriben con claridad tienen lectores; los que escriben oscuramente tienen comentaristas".
Albert Camus

Yo encuentro la tele muy instructiva. Cada vez que alguien la enciende, voy a la biblioteca y leo un buen libro.
Groucho Marx

Los que hacen de la objetividad una religión, mienten.
José Coronel Urtecho

A fin de cuentas, todo es un chiste.
Charles Chaplin

Para ti soy ateo. Para Dios, la oposición.
Woody Allen

Me parezco al que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo como era su casa.
Bertold Brecht

¿Por qué para ser feliz hace falta no saberlo?
Fernando Pessoa

El gol es un estado de ánimo.
Dante Panzeri

La cuestión en la vida no es saber mucho, sino olvidarse de poco.
Homero Expósito

Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia.
Bertold Brecht

Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí.
Ambroise Bierce

Los hombres inteligentes quieren aprender;los demás, enseñar.
Anton Chejov

El amor sin pecado es como el huevo sin sal.
Luis Buñuel

Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina, es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios.
Mario Benedetti

El secreto de la existencia no consiste solamente en vivir, sino en saber para que se vive.
Dostoievski

Dios me perdonará: es su oficio.
Heinrich Heine


Si se nos debe condenar es preferible que se nos haga por habernos equivocado que por haber sido inútiles.
Luis Felipe Noé


Los sabios buscan la sabiduría; los necios creen haberla encontrado.
Napoleón Bonaparte

A los médicos es a quienes mejor les va: sus éxitos andan por ahí, y a sus fracasos los entierran.
Jacques Tati


Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación.
Mark Twain

El dinero no hace la felicidad, la compra hecha.
Les Luthiers

El pesimista es un optimista con experiencia.
Francois Turffaut