sábado, 18 de abril de 2009

La boca de otros

El nombre nos llega incluso antes de nacer, cuando nuestra existencia es un mero proyecto. Apenas iniciado el embarazo e incluso mucho antes en algunos casos los padres ya van asignando el futuro nombre a sus hijos.

Esa es toda la incidencia que ellos tienen sobre el mismo. A partir de allí todo depende de cada uno, el modo en que se va ganando un nombre, de respeto, o todo lo contrario.

La diferencia entre un nombre respetado, y otro que no lo es se marca en muchos detalles, por ejemplo, quien está orgulloso de su nombre, suele firmar todo lo que dice o escribe con el mismo. Quien no lo hace, suele ocultarse tras el anonimato, o directamente utiliza la boca de otros para decir las cosas.

Es que un buen nombre, refuerza los dichos, los apuntala y aún en el error, o desde la discrepancia, suele ganar respeto.
El anónimo, o el dicho en boca de otros, produce el efecto contrario, al menos en la gente de bien.

Hoy vemos como muchos periodistas utilizan el recurso de la boca de otros. Ellos no tienen autoridad para decir nada, pues su nombre poco vale, pero necesitan que ciertas cosas sean dichas de todos modos, entonces buscan alguien que las diga por ellos. El ejemplo mas claro es el fenómeno que estamos viviendo en estos últimos días, en los cuales los mediocres, utilizan el dolor ajeno, poniendo un micrófono delante de parientes cercanos y amigos de víctimas de asesinatos y delitos para dar mensajes autoritarios. Ellos dicen aquello que el periodista opina, pero su desvalorizado nombre no le permite sostener. Lo importante, para ellos, es que el mensaje, de todos modos llega, y produce el daño esperado.

Es lo mismo que en los libros de visitas, los foros públicos y los sitios de opinión anónimos. Pocos son los que utilizan su nombre, pues en esos sitios hay muy pocos orgullosos del mismo. Muchos prefieren escudarse en esa virtualidad, escriben lo que opinan, pero no se hacen cargo. En este caso usan el propio intelecto, pero siguen usando otras bocas.

Al hacerlo, no valoran su nombre. Algunos porque saben que si firman, no tienen autoridad moral para opinar sobre nada, otros, por simple cobardía.


Saludos desde Temperley
Tierra de valientes

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